El calor hace que las bacterias campen a sus anchas y nos pueden hacer enfermar. ¿Cómo evitarlas? Extrema la higiene y cuida los alimentos.


El verano es una de las épocas del año en las que se registran más intoxicaciones alimentarias, ya que las altas temperaturas hacen que bacterias como la Salmonella, el E.Coli o la Listeria, entre otras, proliferen en los alimentos, cuadriplicando el número de intoxicaciones que podemos sufrir en comparación con el invierno.

Las más frecuentes

Existe una larga lista de situaciones relacionadas con la alimentación en verano que pueden provocar una intoxicación alimentaria (de las 15.000 que se producen en España, en torno al 70 % se dan en verano).

Las bacterias, que están presentes en todo el medio ambiente en el suelo, aire, agua y en los cuerpos de los animales y de la gente, encuentran en la época estival su hábitat idóneo para reproducirse y proliferar. Además, también necesitan humedad y muchas veces el clima de verano es caluroso y húmedo.

En circunstancias apropiadas, las bacterias dañinas pueden multiplicarse rápidamente en un alimento hasta alcanzar números elevados. Y cuando esto ocurre, la persona que lo ingiere puede padecer trastornos como la gastroenteritis o más graves como la salmonelosis. Por otro lado, existen algunas personas alérgicas a ciertos alimentos que se toman más durante el verano, como el marisco, pero que también pueden provocar una infección en la población normal y una alergia a personas predispuestas. En este caso, la única forma de combatirla es evitar consumirlos.

Cuestión de temperatura o temperaturas

Según la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN), la zona de peligro va desde los 4 hasta los 65 grados centígrados. En esta banda, los microorganismos se multiplican con gran rapidez. Por debajo de 4 grados, los microorganismos no se multiplican, pero están vivos, es decir, si sacamos del refrigerador un alimento, a medida que aumente la temperatura se incrementará el número de gérmenes que contiene. Por encima de 65ºC podríamos considerar que ya los hemos matado a todos.

También es importante descongelar los alimentos en el refrigerador o en algún lugar fresco. Respecto al pescado, es importante congelarlo a -20 grados centígrados durante, al menos, 72 horas. “Se recomienda, además, la ultra congelación. Así se evita que los microorganismos se desarrollen, por lo que se mantiene en perfecto estado de conservación y se impide su deterioro, así como el riesgo de persistencia del parásito anisakis”, señala Francisco Botella, miembro de Nutrición de la SEEN.

Contaminación cruzada

Constituye otro riesgo común durante todo el año pero que aumenta en la época estival. Se produce cuando utilizamos el mismo cuchillo para cortar diferentes grupos de alimentos. Esto facilita el intercambio de parásitos y bacterias. Para evitarlo, es importante utilizar un cuchillo diferente para cada producto que vayas a manipular o bien lavarlos y secarlos antes de volverlo utilizar.

Tampoco es aconsejable usar la misma tabla para cortar carne cruda y otros alimentos, manejar el mismo tenedor para la mantequilla y la mermelada o pinchar alimentos crudos con el mismo tenedor con el que vas a consumir otros. Por otro lado, tanto cuando vayas a la compra como cuando organices tu frigorífico, evita la contaminación cruzada separando los grupos alimenticios. Por ejemplo, separa la carne cruda (roja, de aves o de pescado) y los huevos de otros alimentos. Haz lo mismo en el carrito de la compra.

Ojo con las sobras

Los restos de comida son también un foco de contaminación y de transmisión de infecciones. El calor hace que las bacterias crezcan y se multipliquen rápidamente, lo que podría ocasionar un problema de salud. Para que esto no suceda, utiliza papel de cocina o táper limpios para evitar el contacto con otros alimentos crudos y así no propiciar la contaminación cruzada. A la hora de volverlos a consumir, calienta las sobras a temperatura por encima de los 70 ºC y asegúrate de que se han conservado en frío.

Los restos orgánicos también deben tenerse en cuenta puesto que pueden ser un foco de infección. En el fregadero, por ejemplo, la acumulación de platos sin lavar o sin colocarlos en el lavavajillas, puede ser un foco de gérmenes. Procura limpiar inmediatamente todo aquello que utilices. Si no tienes tiempo y acumulas, te recomendamos que utilices un bol grande de agua con jabón (y unas gotitas de lejía) e introduzcas allí los platos que has utilizado hasta que los limpies.

Respecto a la basura, ten siempre a mano una bolsa o un bol donde puedas echar los restos de alimentos y no los pasees por la cocina. Así evitarás la contaminación cruzada.

¿Me puede pasar?

Depende. Si no mantienes unos hábitos saludables de conservación y de higiene, podrías sufrir una intoxicación. Por ejemplo, lavarse las manos antes de preparar los alimentos suele evitar que la manipulación de estos ocasione un problema de salud. De hecho, los expertos aseguran que lavarse las manos ha sido, junto con las vacunas, las dos formas de reducir la mortalidad por infección a nivel global. También debes pasar por ayuda los alimentos que cocines y limpiar los trapos y bayetas que utilices.

Actualmente existen soluciones en el mercado que preparan el agua para desinfectar y lavar la verdura y la fruta antes de consumirla. Utilízala para asegurarte la protección.

Toma nota: Precauciones que debes seguir

  • Procura no beber agua de fuentes y nunca lo hagas en riachuelos o manantiales que no indiquen expresamente que el agua que emana se puede consumir.

  • Lava bien los productos naturales que vayas a consumir. Si es preciso, hazlo con lejía apta para el consumo humano.

  • Limita el consumo de mariscos y pescados, alimentos muy perecederos, así como de alimentos de alto riesgo como carnes, huevos, productos lácteos (preferiblemente pasteurizados), ensaladas, salsas, cremas, o natas cuando su consumo no se produce de forma inmediata.

  • Intenta preparar los alimentos en el momento. Haciéndolo con bastante antelación nos arriesgamos a no conservarlos de forma correcta.

  • Si sobrepasamos el tiempo adecuado para que no se pongan malos, es más fácil que proliferen los microorganismos.

 

LAVA LOS FRESCOS: Así reduces las bacterias que pueden estar presentes en estos productos y el riesgo de infección. También conviene pelarlos antes de consumirlos si se trata de frutas. Cuidado con las conservas. Si tienen golpes, están abombadas o al abrirlas echan gas, deséchalas.

 

 

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