Degeneración macular. Problemas en el centro de la vista

Una detección precoz ayuda a paliar los efectos de esta enfermedad asociada a la edad, incurable a día de hoy, pero ante la que se han realizado importantes avances médicos.

Después de operarse de cataratas en ambos ojos, Dolores G.P., de 83 años, empezó, hace tres, a ver algo borrosas algunas imágenes. Lo que pensaba que era una complicación de las anteriores intervenciones se diagnosticó como degeneración macular: no ve prácticamente por el ojo derecho, pero aún puede defenderse con el izquierdo sin necesidad de ningún tratamiento aparte de la prescripción de vitaminas.

Después de varias pruebas, el oftalmólogo le ha garantizado que, al menos, no perderá del todo la visión, como sucede en la mayoría de casos, ya que se cuenta con la visión periférica o lateral. La degeneración macular asociada a la edad, conocida como DMAE (primera causa de ceguera), suele afectar a personas mayores de 50 años (entre un 5 y un 10 por ciento en distintas fases a partir de los 65), más de 25 millones en todo el mundo, con lesiones en la zona central de la retina, la mácula, responsable de la visión central, una capa amarillenta de tejido sensible a la luz situada en la parte posterior del ojo, que permite percibir los detalles del centro visual. El paciente empieza a tener dificultades con la lectura y reconocimiento de caras, tiene mayor sensibilidad a la luz (y necesita un ambiente cada vez más luminoso para, por ejemplo, leer) y llega a ver ondulaciones o interrupciones en las líneas rectas. Como señala la oftalmóloga Eva Villota, adjunta del servicio de Retina y Vítreo del Instituto Oftalmológico Fernández-Vega, «en pocos casos la ceguera es absoluta, ya que es una enfermedad bilateral, pero asimétrica, con lo que un ojo puede compensar la pérdida de visión del otro y siempre se conserva la visión lateral».

Seca y húmeda

La degeneración seca o atrófica afecta a más del 80 por ciento de los casos y supone una pérdida gradual de la visión (más lenta, en torno a 10 años) y aún no tiene tratamiento, aunque se puede frenar su evolución. En ella, se produce una degeneración progresiva de fotorreceptores. La degeneración húmeda o exudativa es más agresiva y rápida, incluso puede ser cuestión de semanas, y se denomina así por la generación de unos anómalos vasos sanguíneos presentes en la retina. Una parte de pacientes pasan de la fase seca a la húmeda, lo que dificulta más la visión.

Cómo se detecta

Se empieza viendo distorsión u ondulación de elementos rectos (las líneas de la carretera, una barandilla, dificulta para reconocer rostros, enhebrar agujas o leer). Medios como el examen de agudeza visual y la visualización con lentes de la mácula sirven para definir el diagnóstico. La angiografía fluoresceínica (un contraste por inyección en el brazo) para estudiar el fondo de ojo y la tomografía de coherencia óptica, que escanea la mácula, son eficaces herramientas para diagnósticos.

A la hora de prevenir, las revisiones son fundamentales para establecer un diagnóstico precoz, sobre todo cuando, en el caso de la húmeda, las posibilidades de padecerla en ambos ojos superan el 50 por ciento. «Son patologías que pueden ser invalidantes de manera rápida, por eso atendemos los casos lo antes posible. Los tratamientos a tiempo pueden frenar la evolución en un 90 por ciento», señala Villota.

Por último, la autoexploración en el domicilio con la rejilla de Amsler, una cuadrícula que ayuda a detectar la anomalía, permite identificar evoluciones de la enfermedad.

A la hora de tratar la degeneración macular húmeda (no hay tratamiento eficaz para la seca, solo los complejos antioxidantes para ralentizarla) las inyecciones intravítreas con factores antiangiogénicos son la primera elección. Se prescriben, en los casos indicados, inyecciones mensuales hasta destruir los vasos sanguíneos anormales y ralentizar el crecimiento de la enfermedad.

Revisiones periódicas

El seguimiento de la seca requiere, por lo general, un completo examen anual o bianual, mientras que en el caso de la húmeda deben ser más periódicos, incluso mensuales, por la rapidez de la evolución. Algunos estudios han demostrado la importancia de las vitaminas antioxidantes, C y E, y el cinc para reducir el impacto de los daños en la mácula, ya que disminuyeron el riesgo de progreso de la enfermedad en etapas avanzadas en torno al 25 por ciento. Y estudios específicos para mujeres han defendido los beneficios del consumo de ácido fólico y vitaminas B6 y B12.

La rehabilitación también existe para estos casos, así como los dispositivos para mejorar la calidad de vida, como lentes para agrandar los objetos y lupas especiales para leer o realizar diversas tareas. Los propios objetos (libros, electrodomésticos, etc.) se adaptan cada vez más a este tipo de pacientes, que cuentan con el continuo esfuerzo de la comunidad científica o de instituciones de élite como el Instituto Oftalmológico Fernández-Vega o el Institut de la Mácula. Como destaca la doctora Villota: «En la vida cotidiana, acciones como el uso de gafas de sol o sombrero para evitar el exceso de luz, y el suplemento vitamínico ayudan a convivir con la enfermedad. El paciente debe aprender a ver, ya que, al no estar dañada la visión lateral, girar la cabeza facilita la visión de objetos que se tienen enfrente».

El número de afectados por la enfermedad aumenta al ser cada vez mayor la esperanza de vida, aunque también hay que tener en cuenta factores como los antecedentes familiares, el colesterol, la obesidad y el tabaquismo. Existen ensayos clínicos en marcha para que la enfermedad sea lo menos invalidante posible, como el trasplante de fotorreceptores a partir de células madre y la investigación sobre moléculas que afectan al deterioro de la mácula. «Hace 20 años –comenta la Dra. Villota– no existían los actuales tratamientos, con lo que hay ser optimista y pensar que se encontrarán tratamientos más útiles y eficaces».

LOS TRATAMIENTOS A TIEMPO PUEDEN FRENAR LA EVOLUCIÓN DE LA ENFERMEDAD EN UN 90%

Una mirada común

Instituciones como la Asociación de Enfermos y Familiares Mácula-Retina trabajan para que las instituciones públicas tengan cada vez más en cuenta este problema. Jacinto Zulueta, su presidente, señala: «Hemos conseguido que todos los grupos políticos del Parlamento de Andalucía aprueben una proposición no de Ley sobre patologías retinianas y baja visión, para conocer las necesidades sociosanitarias de los pacientes afectados por baja visión, estudiar los abordajes terapéuticos presentes y futuros, sus costes y eficacia, crear campañas de sensibilización y una Mesa de Seguimiento, etc.».

La asociación, además, colabora activamente en proyectos de investigación y ha puesto en marcha, con el Colegio Oficial de Ópticos Optometristas de Andalucía y la Sociedad de Oftalmología de Andalucía, una Red de Detección Precoz de las Patologías Oculares, comenzando por la DMAE, para evitar retrasos evitables en el comienzo del tratamiento. Zulueta subraya, además, otra de sus reivindicaciones: «Las instituciones deben asumir la realidad de la baja visión –que afecta casi a un millón de personas en España–, facilitando el acceso a los instrumentos para recuperar autonomía funcional, como en el caso de los afiliados a la ONCE».

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