Los sofocos, unidos al calor y la mayor sudoración propios de la menopausia, pueden estropearles el verano a muchas mujeres. Y tú, ¿sabes cómo hacer para que estas molestias sean más llevaderas?


La subida de las temperaturas del verano anuncia tiempo libre, vacaciones, más disfrute del aire libre y de los rayos de sol... Y, sin embargo, para muchas mujeres que están pasando la menopausia, esta calurosa estación del año es un auténtico suplicio, porque al calor estival se le suma el aumento de la temperatura corporal que experimentan durante esta etapa.

Época de cambios

El final de la vida fértil –alrededor de los 45 años– no es igual para todas las mujeres. Algunas apenas notan los cambios que se producen en su cuerpo, pero otras notan importantes alteraciones físicas y psicológicas. El insomnio, los cambios de humor, las molestias en las relaciones sexuales o los dolores articulares son algunos de los síntomas, pero el más característico y frecuente en esta etapa son los sofocos. Más de un 80% de las mujeres que están en la menopausia o en edades próximas se quejan de que los padecen muy a menudo, mientras que para el restante 20% pasan más desapercibidos y no les afectan tanto.

¿A qué se deben?

Los sofocos van de la mano con un aumento de la sudoración corporal generalizado, que se da como consecuencia del desequilibrio en la producción de hormonas femeninas. En la menopausia, al finalizar la ovulación, los niveles de estrógenos y progesterona caen, y este cese afecta el funcionamiento del hipotálamo, el área cerebral que regula la temperatura corporal. Por eso, muchas mujeres sienten un calor corporal intenso en diferentes momentos del día, y como consecuencia de ello se activan los mecanismos con los que el cuerpo intenta refrescarse para reducir su temperatura: se dilatan los vasos sanguíneos periféricos y aparecen el rubor facial y una sudoración más intensa de lo normal. El abanico se convierte así en un compañero inseparable.

Su duración varía

La frecuencia e intensidad de estas molestias puede ser esporádica, periódica o apenas manifestarse. Lo normal es que aparezcan una o dos veces por semana, y la duración media de cada episodio suele ser de unos cuatro o cinco minutos, aunque en algunas mujeres pueden llegar incluso a los diez. No es extraño que estos síntomas vengan acompañados de una aceleración de los latidos del corazón (palpitaciones). En los casos más extremos, después de un sofoco se pueden sentir náuseas, dolor de cabeza y mareos, aunque no es lo más habitual.

Peor descanso

Los “calores”, como popularmente nos referimos a los sofocos, pueden llegar a ser aún más agobiantes durante el verano si la temperatura ambiental es muy alta, y en especial en los días de bochorno en los que al calor se suma una abundante humedad.

Los problemas para conciliar el sueño y para disfrutar de un buen descanso, con los que muchas mujeres en edad menopáusica tienen que lidiar con frecuencia, están estrechamente relacionados con los sofocos y se ven acentuados también por el calor que soportamos muchas noches estivales.

Generalmente, no se trata de trastornos del sueño, sino una consecuencia del nerviosismo y de la irritabilidad que los cambios hormonales de la menopausia producen en el organismo de las mujeres.

Alivio con ejercicio

Para disminuir estos síntomas durante los meses más calurosos, es fundamental intentar controlar el estrés emocional con más relajación. Es cierto que no es fácil lograrlo si nuestro ritmo de vida es demasiado rápido y si la posibilidad de cambiarlo no está del todo en nuestra mano, pero hacer ejercicio siempre es un buen aliado para conseguir esa necesaria estabilidad psíquica. Esto se debe, entre otros factores, a que la actividad física estimula la producción por el organismo de distintas hormonas –endorfinas, serotonina...– que proporcionan bienestar físico y mental y, al mismo tiempo, ayudan a descansar al final del día.

¡Respira!

El control de la respiración es clave, especialmente para conseguir que los sofocos se alivien enseguida:

  1. En cuanto notes la “subida de calor”, inspira profundamente por la nariz llevando el aire al fondo del abdomen, y espira lentamente.
  2. Concéntrate en cada respiración y notarás que los sofocos van siendo cada vez más livianos.

Si practicas esta respiración abdominal cuando estás sentada tranquilamente o tumbada en la cama, lograrás oxigenar mejor tu cerebro y el resto del organismo, con lo que mantendrás a raya el nerviosismo y afrontarás el día a día con más sosiego durante la menopausia.

Tu piel te pide más cuidados

Cuando las mujeres empiezan a experimentar los cambios propios de la menopausia, estos también se reflejan en su piel, que pierde elasticidad e hidratación. La disminución de estrógenos da lugar a una pérdida de colágeno, y por este motivo, a partir de los 45 años aproximadamente, muchas mujeres notan que su piel se vuelve más fina, seca y, por tanto, más vulnerable ante los efectos nocivos de la radiación ultravioleta del sol.

Por todos estos motivos, nunca sobra recordar que durante la menopausia –todo el año, pero especialmente en verano– las mujeres no pueden descuidar los cuidados de su piel. Los dermatólogos recomiendan:

  • Disminuir el tiempo de exposición al sol y evitar las horas de irradiación más intensa (entre las 12 y las 16 h).
  • Utilizar cremas de alta protección solar.
  • Beber abundante líquido –en verano, al menos dos litros– para mantener la piel hidratada también “por dentro”.
  • Usar prendas transpirables para evitar irritaciones por el aumento de la sudoración.

Estas medidas son fundamentales para todas las mujeres, incluso desde antes de llegar a la edad de la menopausia. De esta forma, el déficit de estrógenos y colágeno apenas será perceptible en la piel en esa etapa de la vida.

¡Sonríe! Porque, poniendo sólo un poco de tu parte, podrás llevar mejor los pequeños inconvenientes que supone esta etapa de tu vida.

 

 

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