La piel cuenta con un manto protector que una higiene exagerada puede dañar. Sin una buena higiene no hay salud, pero obsesionarnos con estar completamente libres de gérmenes y excedernos en la limpieza de nuestro cuerpo no es del todo bueno.

En verano sudamos más y nos bañamos en playas y piscinas y, cómo no, es necesario asearnos para mantenernos limpios, pero siempre en la justa medida y de manera racional, para no resecar nuestra piel ni debilitar su sistema natural de defensa.

Estos son los consejos que nos dan los dermatólogos. Tenlos en cuenta.

  • Ducha. Una al día es suficiente para estar limpio. Insiste en las zonas que generan sudor, olor y suciedad (axilas, pies...). Si hace calor y te apetece refrescarte a lo largo del día, dúchate sólo con agua. Sólo es recomendable repetir con el jabón tras bañarse en la piscina o en el mar.

  • Poco jabón. Los jabones y geles de baño limpian la piel, pero si abusamos de ellos, pueden debilitar el manto lipídico natural que protege la epidermis de hongos y bacterias. Lo mejor es usar productos con ph neutro y aceites vegetales (de oliva, palma, almendras, etc.), que respetan y regeneran la piel.

  • Con agua tibia. Ducharse con agua muy caliente seca la piel y la hace más sensible. Si empiezas con agua templada y terminas con agua fría –ahora en verano apetece más– estimularás al mismo tiempo tu circulación.

  • Sin frotar. Basta un leve masaje con la mano o con una esponja suave para eliminar las impurezas de la piel. Friccionarla en exceso puede dañarla.

  • Sécate bien. La humedad no es buena para la piel pues la ablanda y favorece las infecciones por hongos. Seca sobre todo las zonas con pliegues, como los espacios entre los dedos de los pies, las ingles o las axilas.

  • Para terminar, hidratación. Aplícate crema hidratante para que la piel recupere la elasticidad  perdida por efecto del sol y los baños.


Niños limpios, pero no “asépticos”

Los baños demasiado largos o continuos en bebés y niños pequeños favorecen la aparición de la enfermedad atópica, una afección crónica que padece el 10% de la población infantil, con síntomas como eccema, picor, urticaria y sequedad en la piel (dermatitis atópica), rinitis, asma o conjuntivitis.

Ello se debe a un exceso de higiene y a su escaso contacto con los gérmenes presentes en el ambiente.

Hay que evitar bañar siempre a los bebés con jabón durante su primer año. En caso de usarlo, debe ser una cantidad mínima de jabón suave especial para bebés.

 

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