Se acerca el verano y, con él, los agradables y largos días soleados. Sin embargo, en los últimos años se ha puesto de manifiesto un incremento de los tumores de piel en personas de piel blanca, puesto que asociamos belleza y salud con piel bronceada, unido al deterioro creciente de la capa de ozono.


No podemos perder de vista que está reapareciendo una considerable deficiencia de vitamina D –que el cuerpo la elabora con la exposición a los rayos solares– en niños de países desarrollados, al parecer causada por un estilo de vida sedentario, ya que nuestros hijos y nietos ya no salen con tanta frecuencia a jugar al aire libre– y todo ello unido a una dieta inadecuada. Vamos a ver que se puede disfrutar del sol sin comprometer nuestra salud y que es saludable exponerse a la luz tomando las precauciones necesarias. 

¿Cómo nos afecta el sol?

El sol tiene efectos fisiológicos beneficiosos: estimula la producción de vitamina D, que previene el raquitismo y la osteoporosis, favorece la circulación sanguínea y es positivo para el tratamiento de algunas enfermedades de la piel. Además, se cree que interviene en la producción de ciertas sustancias en el cerebro, responsables del estado de ánimo.

Como mecanismo de protección, la piel produce melanina, que se estimula por efecto del sol y es la que da el color moreno a la piel. El bronceado es, por tanto, una respuesta de la piel de autoprotección frente al sol.

Sin embargo, cuando la exposición es excesiva, tiene diversos efectos perjudiciales, por lo que hay que tener muy en cuenta los inconvenientes de tomar el sol sin protección.

El eritema (enrojecimiento), las quemaduras, las reacciones de fotosensibilidad y algunas lesiones oculares son algunos de los posibles efectos nocivos que podemos sufrir si nos exponemos al sol durante muchas horas un mismo día.

Si tenemos por costumbre tomar demasiado el sol, se producen daños a largo plazo que pueden no ser visibles inicialmente, pero que, con el tiempo, se manifiestan en forma de manchas, arrugas, tumoraciones superficiales, cáncer de piel o incluso cataratas.

Queratosis actínica: Un paso previo al cáncer

La queratosis actínica, también llamada queratosis solar, es una lesión premaligna, es decir, evoluciona hacia un cáncer de piel. De ahí la importancia de su diagnóstico y tratamiento precoz. Se manifiesta como un bulto en la superficie de la piel, con escamas rasposas al tacto o con costra. Evoluciona lentamente y suele aparecer en zonas expuestas a la luz (cara, cuero cabelludo alopécico – calva–, orejas, cuello, escote, la parte posterior de las manos y de los antebrazos y labios). Es más frecuente en personas de edad madura, se está empezando a diagnosticar en personas cada vez más jóvenes.

¿Es un lunar o un melanoma?

El melanoma es un tipo de cáncer de piel que en fases iniciales puede tener la apariencia de un lunar.

Observa con atención tus lunares, teniendo en cuenta estas cinco sencillas reglas: 

  • A: Asimetría. Los lunares redondeados u ovales simétricos son generalmente benignos (no cancerosos). Pero los asimétricos nos alertan sobre un posible melanoma. 

  • B: Borde. Todo lunar con bordes irregulares es sospechoso. 

  • C: Color. ¡Ojo con aquellos lunares de varios colores y con una distribución irregular! 

  • D: Diámetro. Si el diámetro del lunar supera los 6 milímetros, consulta a tu médico. 

  • E: Evolución. Un lunar nuevo o que cambia de forma, tamaño o color debe ser valorado.

Niños: Jugar al sol sin riesgos 

La piel de los niños es especialmente sensible al sol y su riesgo de deshidratación es más alto que el caso de los adultos.

  • Hay que evitar exponer a los pequeños al sol antes de que cumplan 3 años –nunca con menos de 6 meses–.
  • La protección solar debe ser extrema, con factor de protección (FPS) ultra alto, nunca ser inferior a 30.
  • Los niños, como los adultos, siempre deben llevar ropa y una gorra o sombrero puestos mientras juegan al sol, y también mientras se divierten en la orilla del mar o en la piscina.

Crema de protección solar ¡Imprescindible!

Estas cremas contienen sustancias que actúan como filtros solares, reduciendo la cantidad de rayos que penetran en la piel. Si se utilizan adecuadamente, pueden ayudarnos a prevenir las quemaduras y el envejecimiento prematuro de la piel.

  • Elegiremos una crema con un índice de protección solar adecuado a nuestro tipo de piel, comenzando por un Factor de Protección Solar (FPS) alto, sobre todo la primera semana de exposición solar.

  • Debemos aplicarnos la crema al menos media hora antes de exponernos al sol. Lo haremos siempre sobre la piel bien seca, asegurándonos de que no nos hemos dejado ninguna zona sin protección.

  • Hay que volver a aplicar la crema cada dos horas. Si nos metemos en el agua o vamos a tomar el sol durante varias horas, las aplicaciones se harán a intervalos más cortos.

  • Debemos incidir en la protección de zonas inflamadas, como heridas o cicatrices, a fin de evitar que queden hiperpigmentadas (más oscuras).

  • Hay que usar protección aunque esté nublado. Protegeremos la cabeza con una gorra o sombrero, los ojos con gafas adecuadas, y los labios con protector labial.

  • Los deportistas deben utilizar cremas resistentes al sudor o al agua.

 

 

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