Empastes dentales: Conserva tus dientes afectados por la caries

Ante una caries, no hay tiempo que perder. Hay que empastar el diente cuanto antes para detener la infección y que no se extienda, causando daños mayores en la dentadura y en la encía.


Una de las más temidas amenazas para nuestra dentadura es la caries, una enfermedad infecciosa causada por diversos factores que, si no se trata, provoca una reacción en cadena:

  • Los microorganismos van produciendo una desmineralización de los tejidos duros del diente, hasta llegar a afectar a la pulpa dental o nervio.
  • Cuando esto ocurre, se produce una infección e inflamación de la pulpa (pulpitis dental), que suele ocasionar un dolor intenso.
  • Si esta inflamación aumenta y se agrava, se produce la necrosis o muerte de la pulpa del diente, lo cual puede llegar a causar serios daños en la encía, que se encarga de sostener el diente (periodontitis), con riesgo de perder piezas dentales.

Tal y como señala la Sociedad Española de Odontología Conservadora en la guía “Salud bucodental”, editada por la Fundación Dental Española, podemos actuar a tiempo de frenar estos devastadores efectos de la caries acudiendo al dentista para que vigile nuestra salud bucodental en general y, en caso necesario, detenga la evolución de las caries con empastes, cuyo objetivo es el de restablecer la forma y el color original de los dientes. Es lo que se denomina odontología conservadora.

Cuanto antes, mejor

Lo ideal es empastar los dientes con caries lo antes posible, cuando todavía son de pequeño tamaño.

Las caries pueden estar presentes durante un tiempo sin que lleguen a dar molestias y sin que se aprecien a simple vista, pero en una revisión a fondo, el odontólogo es capaz de detectarlas con bastante facilidad de forma precoz. Por ello es tan importante pasar por una revisión dental al menos una o dos veces al año, o más si el dentista lo recomienda.

Cuando la propia persona es capaz de detectar que tiene una caries es porque el agujero que se ha producido es grande ya, aunque pueda parecer pequeño, y debe tratarse lo antes posible, y sobre todo, si hay molestia, dolor e hinchazón.

Nervio dental, ¿a salvo?

No siempre que se empasta un diente hace falta matar el nervio, puesto que, afortunadamente, no siempre la caries llega a afectar a la pulpa dental.

Cuando en un diente se produce un flemón, es señal de que la caries ha llegado a la zona más profunda del diente y ha acabado con el nervio o está a punto de hacerlo; por tanto, hay que eliminar dicho nervio para poder empastar el diente afectado.

Más sensibilidad dental

Es normal que los dientes empastados estén más sensibles al tomar alimentos durante unos días, sobre todo si están muy fríos o calientes. Ello se debe a que el dentista ha manipulado la pieza dental con diversos instrumentos y aparatos. Esta mayor sensibilidad deber desaparecer pronto, pero si no lo hiciera o aumentara en los días siguientes, hay que volver al dentista para que detecte la causa e intervenga si es necesario.

La caries siempre acecha

Muchas personas piensan que los dientes que les ha empastado el dentista ya no se volverán a cariar de nuevo, pero esto no es así. Lo cierto es que, si no se mantiene una adecuada higiene bucodental a diario, la caries puede aparecer en otro lugar del diente empastado, de igual manera que puede surgir en otros dientes que estaban sanos. Una caries puede presentarse incluso en un diente al que se le ha matado el nervio. Por tanto, higiene ¡siempre!

Ni se notan ni se ven

Los antiguos empastes resultaban poco estéticos porque eran de color oscuro y se notaban a simple vista. En cambio, el material que se emplea en la actualidad, la resina, se tiñe del color exacto del diente del paciente, con lo que los empastes pasan desapercibidos incluso cuando se ponen en los incisivos o los colmillos. El inconveniente que presentan es que conviene renovarlos o retocarlos entre los tres y los cinco años después de haberse puesto. De cualquier forma, todos los empastes se deben revisar periódicamente.

Jamás se te ocurra...

  • Abrir botellas, tapaderas o chapas con los dientes.
  • Cascar o masticar nueces, almendras o pistachos con cáscara.
  • Morder bolígrafos. Te quedarás sin empastes, ¡y te puedes hacer mucho daño!

 

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