Anorexia y bulimia ¿Cómo detectarlas?

Los trastornos de la alimentación afectan, sobre todo, a las adolescentes, y el verano es una época crítica por la exigencia de lucir tipo en bañador. Te damos algunas pistas para detectarlos y que puedas acudir a un profesional.

Cuando una persona es muy exigente con su imagen física, sus conflictos interiores pueden explotar por el lado de la alimentación y corre el peligro de desencadenar anorexia o bulimia. Los pacientes con estos trastornos sufren una distorsión de su imagen corporal, y suelen ser perfeccionistas, con un coeficiente intelectual alto y un carácter rígido. Cada año se detectan en España 100 nuevos casos de trastornos de la alimentación, según explica María del Carmen Galindo, presidente de la Federación Española de Asociaciones de Ayuda y Lucha contra la Anorexia y la Bulimia (FEACAB). Hasta el 95 por ciento de los pacientes con trastornos de la alimentación son mujeres, la mayoría entre los 12 y los 20 años, aunque se están detectando casos a partir de los ocho. Tratar estos trastornos no es fácil, pero cuanto antes veamos las señales de alarma, antes podremos actuar.

 

Rechazo a la comida y ejercicio excesivo

Una primera señal de alarma es el cambio de actitud de los pacientes hacia la comida. «Rechazan la comida, dejan de comer carne y salsas o a hacer cosas extrañas como quitar el rebozo a lo rebozado», sostiene Galindo. A ese cambio de actitud frente al plato le suele acompañar otro vinculado al ejercicio físico. Para estos pacientes cualquier excusa es buena para gastar energía. «Irán a los sitios dando 80 vueltas para caminar más, dejarán de usar el ascensor, se encerrarán en su habitación y harán abdominales o cualquier otro ejercicio que esté en su mano», advierte la especialista.

 

Cambios de humor y rebeldía

Los enfermos de anorexia o bulimia pasan de ser personas dóciles a mostrar una rebeldía, en muchos casos, acompañada de agresividad, de tristeza y del aislamiento de amigos y familia, porque no se encuentran bien con nadie. Son personas en lucha consigo mismas. «Es frecuente que estas personas se encierren en su habitación porque, en teoría, tienen mucho que estudiar; y eviten salir porque lo que necesitan es hacer mucho ejercicio», explica Galindo. Eso sí, cuidado con la trampa: «A las discotecas sí que suelen ir porque allí se van a mover».

 

Estragos en la temperatura e ingesta de laxantes

Otra consecuencia de los trastornos alimentarios afecta a la temperatura corporal: el paciente pasa del frío al calor en función del hambre. Además, los enfermos de anorexia y bulimia empiezan a ingerir diuréticos y laxantes. Sin embargo, cada vez encuentran mayores dificultades para adquirirlos, ya que, según explica Galindo, «nos consta que las farmacias niegan la venta de diuréticos y laxantes a personas que tengan aspecto enfermizo». Pero, ¡cuidado!, eso no les frena, porque sustituyen los laxantes por frutas como el kiwi o la manzana y una ingesta exagerada de agua. Se pueden beber, por ejemplo, tres o cuatro vasos de agua antes de cada comida para tener el hambre a raya.

Este brutal estilo de vida puede provocar que las mujeres pierdan la menstruación y, en ambos sexos, que sus estudios se resientan. «Aunque estas personas suelen concentrarse mucho en sus estudios, por su carácter perfeccionista, sus cerebros desnutridos no pueden rendir igual que antes», explica Galindo. Ese rendimiento se puede ver interrumpido cuando, en los casos más graves, los pacientes tienen que ingresar en un hospital.

 

La trampa del peso

Una de las ‘tareas’ no negociables del entorno del enfermo es imponer comidas y cenas en familia, de forma que el paciente nunca coma a solas. «El momento de la comida es muy duro, porque es ahí donde manifiestan su rebeldía diciendo 'no lo quiero, no me lo como, no quiero más, no me gusta'… Ése es el caballo de batalla de las familias que tienen a alguien con este tipo de trastorno». ¿El consejo? «No entrar al trapo, no discutir, sino hacerles entrar en razón con la mayor naturalidad posible».

En ese proceso, Galindo advierte a los cuidadores de que no hay que confundir peso con recuperación. «El peso en estos casos es lo menos importante. Es posible que la persona afectada gane peso porque ha bebido mucha agua. Lo más importante es que la cabeza funcione y eso se ve con su actitud: que empiece a comer, que haga menos ejercicio, que esté de mejor humor...», concluye.

 

Se están detectando casos de anorexia y bulimia a partir de los ocho años

Pide ayuda… TÚ NO ERES TERAPEUTA

• Los trastornos de la alimentación ponen a prueba la fortaleza mental de las personas que rodean a los pacientes. En muchos casos tratan de resolver por sí mismas lo que requiere de ayuda profesional.

• «Si en casa nos ponemos en plan terapeuta asumimos un papel que no es el nuestro. El apoyo que los cuidadores necesitan lo han de buscar en una asociación para conocer la enfermedad, comprenderla y colaborar para acabar con ella», explica María del Carmen Galindo, presidente de Feacab.

• Los enfermos de anorexia y bulimia necesitan de un apoyo multidisciplinar desde el primer momento en el que se detectan estos trastornos. En este equipo de ayuda intervienen nutricionistas, psicólogos, psiquiatras, enfermeras, terapeutas ocupacionales… , «Ayudar a los afectados de los trastornos alimentarios supone un proceso muy largo», advierte Galindo.

 

 

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