Yogur: Millones de bacterias para protegernos

Además de un auténtico placer para los sentidos, el yogur es un alimento imprescindible por su riqueza nutricional. ¡Disfrútalo!. Al natural o con frutas, ácido o azucarado, cremoso o líquido, solo o como acompañamiento, el yogur ejerce sus saludables poderes desde hace más de dos mil años...

Con razón, en el primer siglo de nuestra era el sabio romano Plinio el Viejo lo llamó “alimento divino y milagroso”. ¿Su secreto? En su interior hay más de cien millones de bacterias vivas por gramo, que son amigas y aliadas de nuestra salud, sin olvidar el auténtico arsenal de propiedades nutritivas que nos aporta.

¿Cuándo tomarlo?

  • EN EL DESAYUNO: El yogur es ideal al comienzo del día porque ayuda a preparar el intestino para digerir los alimentos que recibirá durante la jornada.

  • AL MEDIODÍA O COMO MERIENDA: Es uno de los tentempiés más sanos que podemos tomar entre horas, y de los más ligeros que hay. De hecho, puede incluirse en la mayoría de las dietas de adelgazamiento porque aporta en torno a 55 kilocalorías por cada cien gramos (yogur natural sin azúcar).

  • DE POSTRE: Un yogur también puede ser muy apetecible después de la comida o de la cena, y además tiene la ventaja de que ayuda a limitar la absorción de grasas de los demás alimentos. También podemos tomarlo como ingrediente de algún postre casero.

  • COMO GUARNICIÓN: ¿Nunca te has animado a probarlo de esta manera? Por su textura, el yogur natural es ideal para acompañar patatas o manzanas asadas. También vale para elaborar salsas. Y a las ensaladas, solo o mezclado con otros ingredientes, les da un sabor muy especial.

Fuente de calcio y vitaminas

El yogur es una excelente fuente de vitaminas del grupo B y A y una excelente fuente de minerales (calcio, fósforo, magnesio y zinc). Otro excepcional beneficio que nos aporta es su valor probiótico (que significa “a favor de la vida”), debido a las bacterias que contiene. El efecto de esta flora láctea se ha comprobado en numerosos estudios científicos:

  • Ejercen una eficaz función desintoxicante, al impedir el desarrollo de bacterias dañinas en el intestino derivadas de la descomposición de los alimentos, que pueden desencadenar enfermedades como el cáncer.

  • Al ayudar a estabilizar la flora del intestino y el conjunto de microorganismos que pueblan el sistema digestivo, las bacterias del yogur favorecen la absorción de las grasas, combaten las diarreas y el estreñimiento, facilitan la asimilación de los nutrientes, ayudan a disminuir el colesterol y reducen los efectos negativos de los antibióticos.

El yogur que compramos

Los yogures que compramos en los supermercados nos ofrecen garantía de higiene y calidad. Pero como inconveniente está la posible pérdida de una parte importante de sus propiedades, debido al intervalo de tiempo que hay desde que se envasa hasta que se consume. Cuando la temperatura del yogur supera los 12 grados o desciende por debajo de los 4, el yogur sufre una pérdida de bacterias lácticas y, por tanto, de calidad. Por este motivo es muy importante que en todo el proceso se mantenga la cadena del frío.

Los yogures más consumidos son:

  • El yogur natural entero. Es el más completo, contiene un 3% de grasa.

  • El yogur desnatado, con un 1% de grasa y menor cantidad de vitaminas.

  • El yogur cremoso, al que se le ha añadido nata y por lo tanto tiene un alto contenido en grasa.

  • El yogur de frutas. Puede ser entero o descremado, al que se le ha añadido fruta del 10 al 30% de su peso total, ya sea en forma de puré, jugo concentrado o mermelada. Esta fruta se pasteuriza para evitar microorganismos nocivos y además se le añaden conservantes artificiales. Algunos llevan además frutos secos o cereales en su composición.

La mayoría de los yogures industriales se elaboran con leche parcialmente desnatada a la que se añade leche en polvo sin grasa. Esto se suele hacer para proporcionar un sabor más intenso y una textura más espesa y para añadir proteínas y calcio suplementarios. A esta mezcla láctea básica algunas industrias añaden dextrosa o almidón de maíz para conseguir una textura más firme.

La composición nutricional de los distintos tipos de yogur puede variar bastante en función de la leche utilizada (entera o desnatada) y de los ingredientes que se añadan al yogur. Un yogur natural desnatados tiene unas 45 kilocalorías, mientras que un yogur entero enriquecido con nata, azúcar, frutas o cereales puede incrementar su valor calórico hasta 140 kilocalorías o más.

El yogur casero

Tenemos la opción de elaborar yogures en nuestra propia casa con ayuda de una yogurtera. Si los consumimos en el mismo día, tendremos la seguridad de que su flora bacteriana no se deteriora y que nos aportarán toda su riqueza nutricional.

Si no tenemos yogurtera ni tiempo para hacer yogures caseros, la alternativa más natural es elegir un yogur natural entero (o desnatado) y añadir uno mismo en casa los ingredientes que prefiera: trozos de fruta, miel, frutos secos, mermelada, etc.

Se tolera mejor que la leche

Tener intolerancia a la lactosa, que puede aparecer desde la infancia, no impide disfrutar del yogur. La mayoría de las personas que padecen este trastorno no pueden tomar leche, pero sí yogur, ya que, a pesar de ser un producto lácteo, su contenido en lactosa es ínfima al haber sido sometido a un proceso de fermentación. De hecho, las bacterias del yogur pueden ayudar a mejorar los síntomas de esta intolerancia alimentaria (irritabilidad, diarrea, flatulencia...).

No obstante, no deben tomarlo las personas que tienen alergia a la proteína de la leche de vaca.

¿Qué es "yogur"?

El yogur es leche fermentada ácida. Para su producción se utiliza leche pasteurizada, entera o desnatada, a la que se añaden cultivos seleccionados de dos tipos de bacterias: lactobacillus bulgaricus y spreptococcus thermophillus. La fermentación dura entre 6 y 23 horas.

Cuando se llega a alcanzar la acidez y las características organolépticas deseadas, el coágulo se homogeneiza y se coloca en envases estériles.

  • No son yogur ni los lácteos elaborados con bifidus activo ni con L. Casei Immunitas, aunque también aumenten la capacidad del sistema defensivo o la resistencia contra la acidez. El bifidus activo es una cepa de bifidobacterias que se añade en algunas leches fermentadas y en bebidas como zumos. El L. Casei immunitas es un lactobacilo que se encuentra en la flora intestinal humana y que también se añade a productos lácteos.

  • Existen otros tipos de leche fermentada que tampoco se consideran propiamente yogur, y que se elabora cada uno con tipos de leche y procedimientos diferentes, como el mazum de Armenia, el dahi de India, el masslo de Irán, el giooddon de Cerdeña, el filmjolk de Suecia o la más conocida de todas, que podemos encontra con facilidad en nuestros supermercados: el kéfir, bébida láctea efervescente y ligeramente alcohólica muy popular entre los pueblos del Cáucaso.

Si tienes que vigilar tu alimentación…

  • Elige yogures desnatados: Sobre todo si los vas a tomar de postre, para no excederte en la ingesta de grasas.

  • Aunque engorden menos... No te engañes: no adelgazan. Eso sí, te ayudarán a controlar el colesterol y la absorción de las grasas.

  • Abusar no es bueno. Aunque el yogur desnatado sea ligero y te apetezca tomarte más de uno, recuerda que si te pasas estarás sumando calorías, sobre todo si lleva fruta, cereales o frutos secos.

 

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