Herpes zóster. La herencia de la varicela

Afecta especialmente a los mayores y a las personas con enfermedades crónicas. Casi siempre provoca picor o dolor. Pero desde hace un año existe una vacuna, aunque solo es eficaz en la mitad de los pacientes.

Superar la varicela no es sinónimo de erradicar el virus que la origina. Ni mucho menos. Esa carga viral no desaparece nunca de nuestro organismo, se queda acantonada en algunos ganglios de nuestro cuerpo y cuando sufrimos una bajada del sistema de defensas, se multiplica, colonizando algún nervio, normalmente del rostro, el abdomen, la espalda, el costado o las piernas. Cuando eso ocurre, estamos ante un herpes zóster, la famosa 'culebrilla'. Aunque nadie que haya contraído la varicela es inmune a ella, esta enfermedad vírica afecta especialmente a las personas mayores de 50 años, cuyo sistema inmunológico está más debilitado que el de la población más joven, y a aquellas que padecen alguna enfermedad crónica capaz de alterar ese sistema, como la diabetes, el reuma, la depresión, el hipertiroidismo o la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC).

Vacuna a partir de los 50

De ahí que la recomendación para estos colectivos sea tratar de prevenir la aparición de esos herpes mediante la vacunación. Algo que es posible desde hace apenas un año, cuando empezó a comercializarse en España la primera vacuna capaz de frenar el desarrollo del virus de la varicela zóster. Eso sí, no en todos los casos. «La vacuna contra el herpes zóster reduce su aparición en un 50 o 60 por ciento de los casos, por lo que aún no está clara su eficacia», afirma José Carlos Moreno, presidente de honor de la Academia Española de Dermatología. Por eso, cuando el resultado de la vacuna no es el esperado y el herpes zóster consigue colonizar algún nervio, la opción más recomendada para los mayores de 50 años es la de ingerir antivirales, siempre que sea posible entre las primeras 48 y 72 horas desde que aparecen los síntomas. «Las cremas y las pomadas que existen son poco efectivas; lo mejor son los antivirales y el diagnóstico precoz», sostiene Moreno. Un diagnóstico que puede obtenerse si el paciente que sufre el herpes acude a un centro médico tras detectar los primeros síntomas: enrojecimiento de la piel de la zona del nervio afectado, picores y, en los casos más agudos, incluso dolores en esa zona.

Pocos casos graves

Aunque esos síntomas son los mismos en los menores de 50 años, el doctor Moreno estima que, salvo en los casos más graves por la agresividad del virus o por el dolor que inflija en el paciente, el herpes zóster no necesita ser tratado. Ni tampoco prevenir su aparición con la vacuna, ya que el 75 por ciento de los afectados por herpes zóster tiene más de 50 años.

Independientemente de la edad del paciente que lo sufra, el herpes zóster y su infección suele tener una duración de entre siete y diez días. Y salvo que su intensidad sea fuerte, pasado ese tiempo desaparece cualquier presencia del virus en la piel y cualquier picor o dolor.

En los casos más agresivos, el nervio afectado por el virus puede verse resentido y dolorido entre dos meses y un año. De hecho, la peor parte de esa enfermedad se la llevan los pacientes en los que ese herpes se complica con una neuralgia posthérpética; es decir, cuando el dolor continúa en el territorio del dermatoma durante meses o años a pesar de que las lesiones de la piel se hayan curado y no existan síntomas cutáneos de la enfermedad. Esos dolores pueden manifestarse con una sensación de descarga eléctrica o de quemazón. Con o sin esta complicación, superado el herpes, el virus sigue sin estar erradicado, continuará latente en el organismo del paciente y seguirá teniendo capacidad de colonizar el mismo u otro nervio tras una nueva bajada de su sistema inmunológico. Las estadísticas asociadas a esta enfermedad sostienen que una de cada cuatro personas sufrirá un herpes zóster durante su vida.

EL HERPES ZÓSTER AFECTA MÁS A LAS PERSONAS MAYORES DE 50 AÑOS, CUYAS DEFENSAS ESTÁN MÁS DEBILITADAS

El 95% de los adultos ha padecido varicela. Esta es una de las enfermedades más típicas de la infancia, y la mayoría de los niños la contrae antes de cumplir los 10 años. En general, se trata de una enfermedad leve, caracterizada por la aparición de pequeñas ampollas que causan mucho picor y escozor.

Peligro, contagio

El herpes zóster, como tal, no es contagioso, pero el virus que lo provoca sí, y puede instalarse en el organismo de las personas más próximas al individuo que lo sufre, sobre todo en el de aquellas que no hayan pasado todavía la varicela.

Aunque esta es una enfermedad típica de la infancia que ha sufrido la gran mayoría de los adultos –casi todos–, las personas que no la hayan vivido, especialmente los niños, podrían contraerla si entran en contacto con una persona que tenga un herpes zóster. Cuando el contagio se produce, los primeros síntomas de la varicela aparecerán entre una semana y quince días después del contacto. Además, las mujeres embarazadas con un herpes zóster tienen altas probabilidades de transmitir a sus hijos la varicela y, en esos casos, es obligatorio aplicar un tratamiento.

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