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Alergias bajo control

Cuando tu cuerpo responde de una manera exagerada a sustancias que no tienen por qué ser nocivas (como el polvo o la penicilina), muy probablemente estés sufriendo un cuadro de alergia. Según el tipo de sustancia causante habrá que seguir una pauta u otra. ¡Conócelas para ponerles fin!


Actualmente se sabe que existe una predisposición genética para padecerla, probablemente ligada al cromosoma número cinco", explica el doctor Miguel Hinojosa Macías, jefe del servicio de alergología del hospital Ramón y Cajal de Madrid.

Las más frecuentes

Las alergias más comunes son las respiratorias, que se dan cuando la sustancia que rechazamos (el alérgeno) entra en el organismo por vía respiratoria. La alergia al polen, en sus múltiples variantes, es muy frecuente. No obstante, también se dan mucho a los ácaros del polvo doméstico (como los dermaphotagoides), a los hongos y al pelo de algunos animales (generalmente, a los domésticos).

Las alergias alimentarias, que entran a través del aparato digestivo, suelen ser más normales en los niños (entre un 3 y un 8 %) y se dan principalmente con los productos lácteos o el huevo. En adultos la cifra es muy inferior (entre 1,5 y 2,5 %).

Si hablamos de las alergias por vía cutánea, la urticaria es bastante frecuente y produce picores, eccemas o dermatitis por contacto.

Tratarla a tiempo

El principal problema si no se tratan es que se hacen crónicas y tenemos que convivir con ellas para siempre. Esto ocurre con el asma, en el que un diagnóstico y tratamiento tardíos pueden suponer que la persona lo padezca el resto de su vida.

En caso de alergias agudas, como la anafilaxis (la sensibilidad excesiva de algunas personas a la acción de ciertas sustancias alimentarias o medicamentosas) puede ser muy grave e incluso causar la muerte. De ahí, claro está que dependiendo del tipo de alergia, será más adecuado un tratamiento u otro. Veamos: Para patologías respiratorias se emplean especialmente las vacunas, sobre todo en el tratamiento del asma bronquial alérgica, conjuntivitis o rinitis alérgicas, que no ceden ante los tratamientos sintomáticos.

Estas vacunas son muy eficaces, ya que disminuyen considerablemente el grado de alergia hasta que el paciente queda prácticamente asintomático. También se administran contra las picaduras de insectos. Un alérgico a las avispas o abejas puede quedar en un estado muy grave ante una picadura. Sin embargo,existen vacunas fabricadas a partir de extractos de veneno que protegen en el 97% de los casos y consigue que las siguientes picaduras apenas se noten.

Cómo detectarlas

Si tenemos sospechas de ser alérgicos a alguna sustancia, podemos realizarnos dos pruebas para su detección.

Los llamados prick test son análisis cutáneos en los que se introduce una gota del alérgeno en la piel para posteriormente hacer una puntura. Si pasado un rato aparece una especie de roncha significará que somos alérgicos a las sustancia que nos han administrado.

Otro modo de determinarla son los análisis de inmunoglobulina E (IgE), que muestran los anticuerpos sospechosos. Se toma una muestra de sangre y a las 24 horas ya se conoce el resultado. Es un análisis clínico inocuo e indoloro.

Alergia al polen

En España hay 8 millones de alérgicos al polen. La mayoría son niños o adultos jóvenes. Se considera que un 80 % de los pacientes tiene síntomas antes de los 20 años y lo más habitual es ser alérgico a varios tipos de polen. No obstante, puede aparecer por primera vez en la edad adulta, pero no es lo habitual. Por otro lado, el polen de ciudad causa ahora más alergias que el del campo. ¿El motivo? Las gramíneas crecen de modo espontáneo en bordes de las carreteras, los descampados y lo que conocemos como “malas hierbas” en los parques. Además, las partículas de emisión diésel producidas por los vehículos, las calefacciones y las emisiones industriales crean un ambiente hostil al que las plantas reaccionan de manera defensiva, según la Sociedad Española de Alergología e Inmunología Clínica. Los pólenes de las zonas contaminadas generan unas proteínas llamadas “de estrés”, cuya capacidad de generar alergia es mayor que las de otras proteínas.

Tratamiento

Puede combinarse de tres formas: evitando la exposición al alérgeno, administrando un tratamiento sintomático o vacunando al paciente. Por ejemplo, si uno es alérgico a la penicilina, con no recetársela será suficiente, pero si se trata de una sustancia que se encuentra en la atmósfera no podemos “huir de ella” y lo más adecuado será vacunarnos.

Por último, se puede administrar un fármaco que, aunque no cura, alivia los síntomas.

Para saber más

 

 

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