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Grasa abdominal: Conoce los riesgos

Mantener la cintura a raya es mucho más que una cuestión estética. Consigue que reduzcas tu riesgo de enfermedades cardiovasculares e incluso de cáncer.


Debemos diferenciar entre el exceso de grasa subcutánea y la grasa intraabdominal. Mientras que la primera se limita a la capa extra de relleno ubicada justo debajo de la piel, la segunda incluye la grasa visceral, que se encuentra muy adentro del abdomen, rodeando los órganos internos. Tener una importante cantidad de esta última, sin importar tu peso general, implica un mayor riesgo de que sufras enfermedades cardiovasculares, diabetes tipo 2, apena del sueño, muerte prematura y cáncer.

¿Cómo saber si estoy en riesgo?

"El perímetro de cintura en hombres debe ser inferior a 102 cm y en mujeres a 88 cm", explica la doctora Iris de Luna, endocrinóloga del Hospital Universitario Quirónsalud Madrid. Un perímetro superior a estos suele reflejar un exceso de peso global y con ello, un aumento de probabilidades de padecer enfermedades metabólicas como diabetes mellitus, hipertensión arterial y colesterol alto. Además, hace aumentar también las posibilidades de padecer aterosclerosis, accidentes cerebrovasculares o infarto de miocardio.

Para valorar si cuentas con demasiada grasa abdominal, aparte de medirte la cintura, conviene que valores la proporción que existe entre tu peso y tu índice de masa corporal. El IMC lo obtienes dividiendo tu peso en kilos entre el cuadrado de tu estatura. Tu valor será normal si está comprendido entre el 18,5 y 25.

Cuida tu corazón

Como explica la Fundación Española del Corazón (FEC), en función de la localización del exceso de grasa, existen dos tipos de obesidad: la llamada periférica (el exceso de grasa está situado en glúteos, muslos y brazos), y la central (el exceso de grasa se concentra en el abdomen).

Esta última es la que tiene peores consecuencias para el organismo, ya que diversos estudios han demostrado que el exceso de grasa abdominal puede multiplicar por dos el riesgo de padecer una enfermedad cardiovascular.

¿Y esto por qué? Muy sencillo: la grasa acumulada alrededor de algunos de los principales órganos del cuerpo, la grasa visceral, promueve alteraciones del colesterol, aumento de triglicéridos, incremento del riesgo de padecer diabetes, subida de la tensión arterial y riesgo de trombosis. Y todos estos factores favorecen el desarrollo de enfermedad cardiovascular. Esta acumulación de grasa es consecuencia de factores genéticos, hormonales y de seguir unos hábitos de vida poco saludables como son la mala alimentación, el consumo de tabaco, el sedentarismo o el estrés.

“Es más importante para el paciente conocer cómo se distribuye la grasa en su organismo, que el exceso de peso en sí mismo”, destaca el doctor Alfonso Varela Román, vicesecretario de la Sociedad Española de Cardiología (SEC). “Es recomendable controlar periódicamente la salud cardiovascular midiendo el peso corporal y la presión arterial, realizando exámenes de sangre para comprobar el nivel de colesterol; pero también es necesario revisar el perímetro abdominal”, añade.

Operación de riesgo

Además, ante una cirugía de emergencia, el exceso de grasa conlleva una mayor dificultad técnica para realizar la intervención quirúrgica y puede complicar la cicatrización, apunta la endocrina Iris de Luna. Por otro lado, la presencia de enfermedades metabólicas por exceso de peso puede complicar la anestesia y cualquier procedimiento médico.

Cáncer

Científicos de la Universidad de Michigan (Estados Unidos) han descubierto cómo la grasa abdominal favorece la liberación de la proteína factor de crecimiento de fibroblastos-2 (FGF2), clave en la conversión de células normales en tumorales y en el desarrollo del cáncer. Existen algunos tipos de cáncer, como el colorrectal, asociados a la obesidad, al consumo elevado de grasas saturadas y a las dietas pobres en fibra. La obesidad es un factor de riesgo de diferentes tipos de cáncer y también provoca una peor respuesta al tratamiento de quimioterapia y radioterapia. Por eso, una buena estrategia de prevención de cáncer es mantener un peso adecuado.

Cómo evitarla

La grasa visceral responde a la misma dieta y las mismas estrategias de ejercicio que pueden ayudarte a perder el exceso de peso y a bajar tu grasa corporal total. Para luchar contra el exceso de peso sigue una dieta saludable rica en alimentos vegetales, como frutas, verduras y granos integrales. Elige fuentes de proteínas magras como el pescado y productos lácteos bajos en grasa.

Además, limita las grasas saturadas y las carnes procesadas. En su lugar, elige cantidades moderadas de grasas monoinsaturadas y poliinsaturadas, que se encuentran en el pescado, las nueces y en el aceite de oliva virgen extra. En casa, reduce el tamaño de tus porciones y reemplaza las bebidas con azúcar por agua. Incluye actividad física en tu rutina, como caminatas ligeras 30 minutos al día o actividades aeróbicas tres o cuatro veces por semana.

¿Cómo saber si tienes demasiada?

Ponte de pie y coloca una cinta métrica alrededor de tu estómago descubierto, justo por encima del hueso de la cadera. Ajusta la cinta perfectamente a tu alrededor, pero no la empujes hacia tu piel. Asegúrate de que esté nivelada en el contorno. Relájate, exhala y mide tu cintura. El perímetro en hombres debe ser inferior a 102 cm y en mujeres a 88 cm.

Aumenta tu riesgo de:

  • Una enfermedad cardiovascular.
  • Resistencia a la insulina y diabetes tipo 2.
  • Cáncer colorrectal.
  • Apnea del sueño.
  • Muerte prematura por cualquier causa.
  • Presión arterial alta.

 


IRIS DE LUNA
Endocrinóloga del Hospital Universitario Quirónsalud Madrid.
El principal tratamiento para reducir la grasa abdominal es el control del peso. La dieta mediterránea, variada y rica en Omega 3, ha demostrado ser útil para lograr pérdidas de peso mantenidas en el tiempo y disminuir la grasa visceral. El ejercicio es también un pilar fundamental al mejorar la composición corporal aumentando el porcentaje de masa muscular y reduciendo el porcentaje de grasa. En algunos casos está indicado el uso de fármacos como pioglitazona (un medicamento que se emplea en el tratamiento de la diabetes tipo 2) y liraglutide (que ayuda a controlar el azúcar en la sangre).

 

 

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