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El ocio de los niños ¿Por qué es tan importante que jueguen?

Si tu hijo o tu nieto no juega, ¡preocúpate!, porque eso indica que está enfermo o tiene algún problema. Jugar es vital y más útil de lo que te imaginas. ¿Quieres saber por qué?

Solemos identificar el juego como una forma de diversión, pero su trascendencia, especialmente en los niños, es mucho mayor.

A través del juego, el niño adquiere habilidades físicas, sociales y cognitivas, mejora su atención, desarrolla su creatividad y madura emocionalmente. «El juego es un poderoso instrumento de comunicación, de socialización y de desarrollo moral, además de una herramienta de expresión y control emocional que promueve el equilibrio psíquico y la salud mental», explica Maite Garaigordobil, psicóloga e investigadora del juego.

Presente desde los orígenes de la Humanidad, el juego es una actividad universal que se encuentra en todas las culturas y clases sociales, y que es innata tanto a los humanos como a los animales. Se tienen indicios de que el hombre del Paleolítico ya tenía juegos: algunos para divertirse; otros, como parte de rituales religiosos. Hacia el 4.000 a.C. aparecieron los primeros juegos de estrategia con tableros o con una pelota y, poco a poco, fueron adquiriendo mayor complejidad hasta llegar a los juegos tecnológicos de hoy.

La ausencia de juego en un niño es un indicio de que algo va mal; una señal que indica que está enfermo o que tiene algún problema.

Todos los psicólogos coinciden en que jugar es vital para el niño: le ayuda a formar su personalidad, a mejorar su autoestima y a desarrollar su inteligencia. Además, puede servirle para resolver conflictos y superar acontecimientos traumáticos; mediante el juego, el niño vuelve a vivir situaciones que para él fueron angustiosas, pero desde otro punto de vista y con un rol más activo. Por ejemplo, tras una operación, el niño jugará durante un tiempo a ser el médico con su muñeco.

Para toda la vida

Todos los animales juegan, pero para los humanos es una actividad muy relevante que se inicia en los primeros meses de vida y que nunca acaba de desaparecer (de hecho, se sigue practicando en la tercera edad, con juegos como el dominó o las cartas).

Los niños empiezan a jugar en los primeros meses de vida, con sus manos, con la mirada, con sonidos… De hecho, jugar es una de las primeras actividades con la que se comunican con los demás. Hacia los dos años, cuando el niño ya es autónomo, el juego es individual (cuando los niños de esta edad juegan en un mismo espacio, lo hacen en paralelo sin que haya ninguna relación entre ellos). Y solo a partir de los cuatro años empezarán a jugar juntos, dando lugar así al juego compartido, que se hace más sofisticado a medida que la edad es mayor.

Lo que es una evidencia es que todo lo que se aprende mediante el juego, a cualquier edad, se asimila más rápida y eficazmente, y por eso ya Aristóteles proponía utilizarlo en la educación. «El juego, para el niño y para el adulto –como apunta con acierto el psicólogo Jerome Bruner–, es una forma de usar la inteligencia».

Los primeros juegos formaban parte de ritos religiosos. Los de tablero y los de pelota nacieron hacia el 4.000 A.C. 

A qué jugamos… en cada etapa?

A medida que el niño crece, sus juegos evolucionan. Para el psicólogo suizo Jean Piaget, esas actividades lúdicas son la consecuencia directa de las transformaciones de su cerebro. Él establece tres etapas, cada una con un determinado tipo de juego:

0-2 años: JUEGOS DE EJERCICIO

Los primeros juegos son muy básicos: consisten en la repetición de movimientos o acciones que producen placer al bebé. Primero con el propio cuerpo (como el balanceo o el movimiento de las piernas); luego, con acciones sobre los objetos (coger, golpear y arrojar cosas de forma repetida, por el puro placer de realizarlas). Estos juegos de ejercicio permiten consolidar las conductas que se están adquiriendo.

2-7 años: JUEGOS SIMBÓLICOS

En esta etapa aparece la “ficción imaginaria” y el niño desarrolla la capacidad cognitiva de representar objetos que no están presentes. Predominan los juegos en _hacer como si_: jugar con una escoba como si fuera un caballo, con un palo como si fuera una espada… Empiezan los primeros juegos de ficción, modificando la realidad según sus necesidades: jugar a las tiendas, a los médicos, a los profesores…

A partir de 7 años: JUEGOS REGLADOS

Jugar con reglas implica establecer relaciones sociales. Se deja atrás el egocentrismo de las etapas anteriores y se combina la espontaneidad con el cumplimiento de las normas. Suelen ser juegos de equipo que conllevan cierta competitividad, lo que obliga a desarrollar estrategias. Dentro de ese tipo de juegos están las canicas, el escondite, los dados, pero también los deportes, con los que, además, los chavales desarrollan sus habilidades motoras y físicas. 

Con el juego se desarrolla…

  • La habilidad motora. Mientras corre o salta, el niño mejora su equilibrio, su coordinación y otras destrezas.

  • La creatividad. El juego fomenta la imaginación del niño, su fantasía y sus dotes creativas.

  • La habilidad social. Con juegos cooperativos, el niño aprende a relacionarse, comunicar, compartir y respetar al otro.

  • La atención. Fomenta el uso de los sentidos para investigar, descubrir y examinar.

  • La madurez emocional. El juego aporta al niño confianza en sí mismo y le ayuda a liberar tensiones.

  • La cognición. Ayuda a detectar problemas y hallar soluciones. En definitiva, a desarrollar el pensamiento.

 

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